Somos los hijos de los "sin papeles"
Un "sin papeles", es alguien que no tiene permiso de residencia
aun si está en Francia desde hace mucho tiempo.
Como muchos de ustedes, nuestros padres han venido de otros lugares.
Han huído de la violencia, de la miseria.
Han venido para trabajar y para darnos una vida mejor
Algunos de nosotros hemos nacido aquí.
Con o sin papeles, Francia es nuestro país.
Vivimos en pensiones, en apartamentos, en habitaciones donde nos amontonamos.
Todos los días tenemos miedo.
Tenemos miedo de que nuestros padres sean arrestados por la policía cuando van al trabajo, cuando toman el metro.
Tenemos miedo de que los pongan en prisión, de que nuestras familias sean separadas y de que nos expulsen hacia países que no conocemos.
Pensamos en ello todo el tiempo.
En la escuela también.
¿Es normal tener miedo cuando vamos a la escuela ?
El verano pasado nuestros padres y nosotros, hemos tenido la esperanza de obtener finalmente "los papeles".
Hemos hecho expedientes, hemos pasado días y noches haciendo cola delante de las prefecturas.
Nos hemos inscripto en oficinas.
Hemos creído que iban a regularizarnos, que la pesadilla iba a terminar.
Reuníamos todos los criterios, pero nos han dicho : no.
Hemos venido a cara descubierta con nuestros nombres, nuestros domicilios.
Los que han obtenido sus papeles tenían el mismo expediente que nosotros. Y sin embargo nos han dicho : no.
Arbitrariamente.
Ahora estamos en peligro y debemos escondernos.
¿Por qué esta injusticia ?
Queremos que Francia nos adopte.
Queremos ser regularizados.
Déjennos crecer aquí.
El segundo va sobre Nicolas Sarkozy, candidato a la presidencia de Francia. Tiene tela que un hijo de inmigrantes (los padres huian de los comunistas, como hoy tantos huyen de la miseria, de la dictadura o de las guerras) se dedique a putear a trabajadores inmigrantes y a sus hijos.
Un hongrois qui travail chez les gaulois (Un húngaro que trabaja en casa de los galos)
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martin niemöller
A ver si se enteran. Aqui todos somos currantes!! Podemos nacer donde sea, lo que nos une es que todos somos trabajadores puteados.
un abrazo,
1 Comments:
Hace tan sólo unos meses, apareció una
noticia en todos los medios de comunicación del
Estado español, que hacía referencia a un grupo
de jóvenes ugetistas que organizados en torno a
un grupo de trabajo que respondía al simpático y
agresivo nombre de “comando precario”, habían
realizado una grabación con cámara oculta en
diversas empresas privadas para denunciar la
situación de precariedad por la que atraviesan los
jóvenes españoles a la hora de encontrar un
empleo. En el supuesto reportaje robado, que así
se le llama a este tipo de documentos, al menos
en el todovisionado tomate, se denunciaban
salarios de 700 euros por algo más de 40 horas
semanales, la obligación de realizar horas extras
que posiblemente nunca se llegarían a cobrar, o
una temporalidad desmedida y abusiva con
interminables contratos encadenados de tiempo
indeterminado.
En fin, nada nuevo que no se sepa y que
no recoja y regule los convenios, leyes y
protocolos, que firman los papas de estos niños
rebeldes, ya que no hace falta más que leer esos
convenios -y los salarios que éstos recogen, como
los poco más de 600 euros para un oficial de
segunda del convenio del metal sevillano con los
que después tendremos que competir el resto de
currelas, porque en eso se basa en definitiva la
competitividad del mercado laboral; o los mil
euros para un ingeniero superior que no sea de la
familia Coslada- para que a uno se le quede cara
de poker al ver las condiciones que establecen y
regulan estos señores.
Por lo que nos preguntamos, si las
capuchas con la que estos jóvenes cubrían sus
rostros, a modo de Comandante Cero, no servían
más, sino para que sus sindicalistas mayores no
los descubrieran y los apuntasen en una de las
listas que tan bien manejan antes de que para
salvar su integridad a la hora de buscar un
empleo. Pero posiblemente sólo fueran actores
que buscaban darle una mayor teatralidad a su
representación. Eso sí, sin contrato, para no dejar
pruebas. Actores precarios de la subcontrata
ugetista. Y digo esto, porque cuando me intenté
poner en contacto con este supuestamente activo
grupo obrero a través de la página de internet que
venía como contacto, ésta no te ponía en contacto
con nada ni nadie porque de lo único que se
trataba era de un anuncio publicitario, en fin, de
una simpática broma que lo único que pretendía
era copar minutos en la parrilla televisiva o en la
irrealidad cibernética. No podía ser de otra
manera, viniendo de quién venía.
Y es que en ocasiones, aparece una
especie de línea sindical funambulista alternativa,
que lo único que pretende es confundir al
personal para llevárselo de calle. Y no importa si
has firmado, no has firmado, o has dejado de
firmar, porque después, si te vi no me acuerdo, y
lo que has firmado se lo lleva el viento a la
primera crisis que aparezca. Y la pregunta que se
te viene encima entonces es si los firmantes son
la solución del problema o son realmente arte y
parte del mismo. Pero eso no le importa a esta
línea sindical, pues lo importante es que si hace
falta un tío con capucha, pues se contrata, que
ahora toca la multiculturalidad, que eso vende
mucho, pa´lante, que mañana a un tío le duele la
espalda, pues se crea la comisión pertinente para
ver si la curvatura del ángulo desarrollado por la
línea vertical ascendente con la línea de fuga del
pasillo que el triste camillero ha de atravesar se
atiene o no a la pertinente norma, y si no, se firma
una nueva, que pa empujá ya está el triste
camillero, que solucioná, solucioná, poquito, pero
que se note, que se note que aquí estamos. Porque
hace ya mucho tiempo que no siento nada al
hacerlo contigo… y la mamela, se acaba.
Miguel Sevillano
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